En el cenit del combate, entramos en frenesí. ¿Qué es la escalada sino una lucha constante con uno mismo y sus demonios? La vida hay que vivirla con más frenesí que con cautela.

Toda nueva ruta alberga una oportunidad de aprendizaje que en un inicio nos es desconocida. He visitado una decena de veces el Xinantécatl –mejor conocido como el Nevado de Toluca– y en esas múltiples visitas he hecho cumbre tan sólo unas cinco. El sábado pasado volví a subir el imponente volcán, pero ahora por una ruta que era inédita para mí: La arista del oso.

La escritura, como la escalada, me saca de mi zona de confort y me obliga a desvelar verdades inéditas sobre mi personalidad y sobre la vida en general. En este viaje descubrí unas cuantas que me gustaría compartir a continuación.

Hace unos días subí mi primer multi-largo en la Peña de Bernal y abracé, con todo el sentido de la palabra, todo el proceso de ascender hasta la cima y descender de ésta a salvo. Esta hazaña personal se la atribuyo al impulso que me dio mi compañero de ruta y también a mis conocimientos sobre meditación.

Sucede algo curioso con la extinción de las cosas, uno no se entera que sucede hasta que surge una necesidad que teníamos arrumbada en algún rincón polvoso de nuestra memoria. La extinción de los mapas impresos se me hizo presente hace unos días cuando en el supermercado quise comprar uno.

En esta época en la cual nos rodeamos de contenidos espectrales, valoramos más ciertos objetos que ya estaban descartados por la historia. ¿Será qué nos golpea el vaho denso de la nostalgia? De esa que describe Fernando Pessoa en el Libro del desasosiego, la cual consta en añorar profundamente las cosas que no hemos vivido.